lunes, 28 de julio de 2014

PARA SABER QUIÉNES SOMOS.

CRIOLLOS, COMERCIANTES, DOCTORES




Ahora suele bablarse de las rebeliones juveniles. ¿Qué rebelión más neta y concreta que la de los criollos alzados contra sus padres, a principios del siglo pasado? Los viajeros de aquellos años y los inmediatamente anteriores dan cuenta, invariablemente, de la sorda hostilidad que existía entre criollos y españoles: agravios reales o supuestos que alimentaban rencores muy semejantes a los que Brava de Rueda babía expresado en el Cabildo de Santiago del Estero con crudas palabras. Los marinos Ulloa y Jorge Juan, enviados por Carlos IV para inspeccionar sus dominios, anotan, preocupados, ese sentimiento latente a lo largo de todo el continente americano.

Era lógico, sin embargo, que esa hostilidad creciera. Lo increíble es que el Estado español, muy eficiente en otros aspectos, no haya tenido la suficiente flexibilidad como para paliarla. Pero ciertamente existían muchas elementos que contribuían a exacerbar esa bostilidad.


El comercio, por ejemplo. El sistema de monopolio impuesto por España a sus dominios americanos no era malo: protegía a las débiles industrias locales de la competencia de los paises europeos, especialmente de Inglaterra, y a través de las filtraciones del contrabando permitía que satisfacieran las necesidades más urgentes de las poblaciones. (Por eso Buenos Aires nació y creció bajo el signo del contrabando y cada gobernador que llegaba aquí en los siglos XVI y XVII, después de anunciar enfáticamente que erradicaría el comercio ilícito, entraba tranquilamente en la trenza y se convertía en protector de los contrabandista)
Salvo estas filtraciones, el sistema económico español funcionaba pasablemente, con una condición: que España fuera capaz de abastecer a las Indias. Todo el mecanismo del sistema monopolista se basaba en esa premisa. La península ibérica debía ser el gran Proveedor de las Indias para crear, con éstas, una suerte de "mercado común" o, si se prefiere, un mercado autoabastecido. Y ésa fue la condición que no se dio.


España venia rezagada en la carrera de la industrialización y en el perfeccionamiento de sus hábitos comerciales. De modo que el abastecimiento de mercaderías a las Indias lo hicieron Inglaterra, Francia y los Paises Bajos, principalmente, a través de puertos españoles y con testaferros españoles. Las mercaderías pasaban por Sevilla y Cádiz y marchaban bacía las Indias; Pero su origen no era español. Del mismo modo, las divisas que pagaban estas provisiones -el oro y la plata de las minas americanas, transportadas celosamente en pesados galeones, pasaban por Cádiz o Sevilla y seguían tranquilamente hacia las oficinas de los capitalistas europeos, no españoles. No solamente se empobrecía España: en Londres, en Amsterdam y en Génova se iba concretando el proceso que permitiría a Inglaterra, a fines del siglo XVIIIi, montar una infraestructura industrial sobre la base de la fuerza del vapor y sobre la salud y la vida de millones de obreros.


De modo que en el último tercio del siglo XVIII los gobernantes españoles tuvieron que rectificar urgentemente el rumbo y abrir Parcialmente el comercio americano. El remedio, naturalmente, fue peor que la enfermedad. Los puertos americanos empezaron a llenarse de mercaderías inglesas: paños de toda clase, vajilla, aperos, todos aquellos bienes que reclamaba la incipiente clase media americana Y que España no estaba aún en condiciones de proveer. De allí al libre comercio, al liberalismo total, no había más que un paso. Y como la condición del liberalismo económico era la emancipación política, ningún espíritu lúcido de aquellos años pudo dudar de que el destino final de las colonias españolas en América sería, a largo plazo, el mismo de las trece colonias inglesas en América del Norte. Lo que no pudo preverse es que una combinación increible de sucesos políticos aceleraría el proceso emancipador en muy pocos años.
Esa combinación puede ser sintetizada así: Napoleón + decadencia de la familia real española + invasiones inglesas en Biienos Aires + levantamiento del pueblo español contra los franceses + ansiedad por un comercio libre. En realidad, los sucesos de Mayo de 1810 vinieron enfardados en las paquetes que los mercachifles ingleses depositaban en la aduana de Buenos Aires; y los comerciantes de Buenos Aires, muchos de ellos asociados a las casas comerciales de Cádiz, ya en decadencia, fueron los qie más entusiastamente pugnaron por concretar esa autonomía política que era el propósito del ansiado comercio libre.


Hay que señalar, de paso, la importancia historiográfica que tienen las excurciones comerciales de los mercaderes ingleses por el interior del país. Así como ahora los becarios yanquis andan curioseando por todos lados o investigando extrañísimos temas Para hacer su master, en esa época los ingleses, cargados de manufacturas y revestidos de una serie de extraterritariolidad, andaban por todo el país, anotaban la que veían y oían y luego lo publicaban. Las mejores descripciones de la Argentina en los primeros treinta años del siglo pasado provienen de esas fuentes; y curiosamente, San Martin nunca libró una batalla sin que, casualmente, no hubiera un inglés a su lado dispuesto a hacerle el correspondiente reportaje.


Pero en los elementos qie coincidirían en el objeto final de la emancipación hay que computar unos ejemplares que en los primeros años del siglo pasado empezaron a tener preponderancia en la sociedad colonial, en el mando de sus ideas, convicciones y expectativas: los doctores.


Las Indias no fueron, al principio, lugares receptivos para los letrados. Aqui se apreciaba más a un soldado que tuviera el arcabúz bien engrasado, que a un abogado que sólo venia a meter pleitos. En Buenos Aires, los pocos abogados que babía fueron expulsados Por lo menos una vez, en el siglo XVII. Además, los conquistadores y sus descendientes conocían bien las pocas leyes que usaban: quien más, quien menos podía manejar algunos latinajos y para pleitear por una encomienda de indios o unas fanegas de tierra no se precisaba mucha sabiduría.


Pero a fines del siglo XVIII las cosas empiezan a cambiar. El virreinato del Río de la Plata se convierte en una cosa más compleja, el comercio se activa y los litigios cunden. El máximo tribunal de justicia de estas tierras había estado radicado en el Alto Perú, en Charcas; con la instalación del virreinato se instala una Audiencia en Buenos Aires. Y ya se sabe: donde hay tribunal, abogados hay. Y si no hay se fabrican... La nueva clase media porteña empieza a fabricar abogados enviando a sus hijos a la Universidad de Chuquisaca, en el Alto Perú. Y allí, los muchachos porteños entran a tener contacto con un nuevo mundo de valores jurídicos y filosóficos.


Se ha discutido hasta el hartazgo si los abogados que participaron en la Revolución de Mayo -como Paso, Moreno, Belgrano o Castelli- estaban imbuidos de las ideas democráticas e igualitarias de la Revolución Francesa; o si en cambio no hacían más que dinamizar el viejo concepto español del derecho popular a retomar la soberanía vacante. En este momento no interesa tomar partido en la polémica -en la que, probablemente, las dos partes tienen la mitad de la razón- Pero si interesa señalar esto: la Revolución de Mayo tuvo fundamentos jurídicos y filosóficos. No fue un movimiento puramente político: se lo instrumentó en base a conceptos cargados de contenido filosófico y legal. Y aun después de instalado el primer gobierna patrio, sus integrantes, sobre todo Moreno, se preocuparon en alegar permanentemente los fundamentos racionales del movimiento.


¿Par qué es importante esto? Porque desde su origen se siente adscripto a una fundamentación legal. El argentino, aunque es un analfabeto, siente una intuitiva afección por el legalismo. Existe una reverencia ante la ley que se expresa de las maneras más diferentes en todos los niveles sociales, desde siempre. Y cuando se viola la ley, el sentimiento de culpa se expresa a través de una justificación de la tal violación. Par algo, cada vez que se derroca por la fuerza a un gobierno constitucional, la primera preocupación de los revolucionarios consiste en redactar una proclama que justifique el golpe.


Este sentimiento reverencial ante la ley es uno de las elementos más importantes -y menos señalados- de la vida argentina. Es, además, una de las apoyaturas más positivas de la vida colectiva; piénsese en el enorme significado que tiene la actitud mental de la gente frente a una elección, cuando tácitamente reconoce que aquel que ganó la mayaría de los votos está consagrado legalmente para gobernar. El legalismo de los argentinos es uno de los fundamentos más sólidos de la vida colectiva y ni siquiera las innumerables transgresiones que ha sufrido ha podido desvanecerla.


Y ese beneficio se lo debemos, originariamente al menos, a aquellos engolados doctores salidos de Chuquisaca y más tarde de Córdoba, que enseñaron a las argentinos la importancia del respeto por la ley. Frente al predominio de la fuerza, el otro término dialéctico del proceso histórico nacional, ese legalismo resulta una base duradera y fecunda.

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.

Juan Pablo II

Juan Pablo II




Firma:Por Rogelio Alaniz

"Morir es una costumbre que sabe tener la gente". Jorge Luis Borges

Karol Wojtyla murió con dignidad porque supo vivir con dignidad. No es mucho lo que sabemos de la muerte, pero sí estamos obligados a saber algunas cuestiones elementales de la vida. Creo que Spinoza decía que "un hombre libre piensa en la muerte menos que en cualquier otra cosa y su sabiduría es una meditación no sobre la muerte sino sobre la vida".

Antes de ser Juan Pablo II, Wojtyla supo quién era y cuál era su compromiso con la vida. A ese compromiso le fue fiel hasta su muerte. ¿La muerte es la nada o es una transformación? La razón da una respuesta, la fe da otra. Para Wojtyla la muerte fue un pasaje, una transición, no porque así lo fuera efectivamente sino porque así lo creyó y así lo vivió. ¿Si cambiamos nuestra perspectiva de la muerte, podremos cambiar nuestra relación con la vida? ¿Decidimos sobre nuestra vida como mejor nos parezca, o la vida es un don que debemos honrar? A estos interrogantes Juan Pablo II les dio respuestas precisas a través de su propio testimonio.

¿Hay vida después de la muerte? Es muy difícil responder a esa pregunta. A mí me gustaría responder afirmativamente, creer como mucho creyentes que sí, que después de la muerte hay vida. Interrogado sobre el tema Carl Sagán contestó: "A veces creo que hay vida después de la muerte, a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa". Theilard de Chardín dice algo que seguramente el Papa lo comparte: "La humanidad progresa al modo de un río que sigue su propio curso. El río sigue hacia el mar, la humanidad sigue hacia algo más grande que ella". La imagen es hermosa y ojalá sea cierta.
Periodistas, políticos, intelectuales, religiosos, se preguntan hoy sobre las causas que explican el ascendiente, el prestigio de Wojtyla. Las respuestas son diversas, a veces contradictorias, pero en lo que todos están de acuerdo es en admitir que fue un hombre de convicciones, un hombre que vivió con pasión de creyente su fe y, como dijo el cardenal Bergoglio, "nunca engañó, nunca mintió".

Llaman la atención, sorprenden estos liderazgos en un mundo que descree de los liderazgos y en sus versiones mayoritarias rinde culto al becerro de oro del consumismo. Como Gandhi, como Mandela, como el Dalai Lama, Wojtyla instala en un mundo incrédulo de valores el testimonio de la fe, de la convicción, de que la vida tiene un sentido y que nuestra presencia en el mundo hace una diferencia.

Con el Papa se podía estar de acuerdo o no, pero lo que estaba fuera de discusión era la sinceridad de su propuesta y la coherencia íntima de su mensaje. En un tiempo de fragilidades ideológicas y morales, él era previsible; en un tiempo de rutinas y vulgaridades él sorprendía con sus revelaciones; en un tiempo que corre detrás de las novedades y las modas él se aferraba a las tradiciones.

Dejo a los creyentes la tarea de juzgarlo como líder religioso; a mí me importa evaluarlo como un protagonista de la historia y, si se me permite la palabra, como un líder político, si le reconocemos a la política su dimensión humanista, su preocupación por el presente y el destino del hombre y de todos los hombres, su afán por entender el mundo y transformarlo.

Sólo la clarividencia de un político dotado de facultades excepcionales pudo captar la debilidad del comunismo disimulada detrás de la fachada siniestra de la dictadura. Alguna vez Stalin con sorna preguntó sobre cuáles eran las divisiones del Papa. Wojtyla no necesitó de tanques ni de cañones ni de soldados que desfilen haciendo sonar sus botas por las ciudades ocupadas; su revolución tuvo la fuerza de la fe y la suavidad del terciopelo.

Pero lo más significativo es que él previó este desenlace, y cuando hasta sus hermanos de fe consideraban que el comunismo en Europa había venido a quedarse para siempre, él insistió en que otro mundo era posible, que Yalta no era ni sería la última respuesta a los dilemas de un mundo injusto.
Defendió la paz y no cayó en la tentación de justificar la guerra en nombre de un realismo cínico y descarnado. No sé si para los católicos fue el mejor Papa del siglo veinte ni sé si importa competir al respecto, ya que el reconocimiento a Juan Pablo II no puede poner en tela de juicio la labor humanitaria y renovadora de Juan XXIII o el ministerio lúcido y creativo de Pablo VI. Lo que sé es que la voz de Wojtyla siempre se levantó para condenar la guerra y defender la paz.

La política pacifista del Papa fue íntegra, coherente. No hay una fisura, una contradicción que permita poner en duda su vocación. Esta verdad tan elemental y tan transparente debería intentar hacerla suya George Bush y muchos de los mandatarios que desfilaron por sus exequias más motivados -me temo- por el prestigio del show que por hacerse cargo en serio de la lección que dejaba al mundo este hombre. De la presencia de Menem no digo una palabra porque estoy hablando de personas decentes y de fe y "la comadreja de Anillaco " no es ni una cosa ni la otra.

¿Fue contradictorio Juan Pablo II? Claro que lo fue. Hubo contradicciones entre la tradición y la renovación, entre el carisma y la institución, entre la autoridad y la libertad. El Papa criticó como un socialista las lastimaduras de la pobreza y los vicios del capitalismo pero sus soluciones no fueron socialistas; condenó la dictadura comunista pero su alternativa no fue reaccionaria; objetó como un liberal el atropello a los derechos humanos pero sus respuestas no fueron liberales; defendió como un conservador los fundamentos de la fe, pero su prédica religiosa no fue fundamentalista; ponderó las virtudes del diálogo, de la tolerancia, fue imaginativo y flexible para entender los diversos desafíos de la historia, pero fue intransigente y severo en materia dogmática; sancionó a Leonardo Boff pero no fue menos severo con monseñor Marcel Lefevre.
Más que contradictorio, yo diría que Juan Pablo II fue paradójico y que allí se revela con más fuerza, con más intensidad su condición de cristiano en tanto su paradoja es la paradoja del cristianismo, lo que constituye su debilidad y su fortaleza más íntima. Pretender reducir la obra de Wojtyla a una exclusiva lectura es imposible; como señala el escritor polaco Arthur Domoslawski: "Lo que dice no puede ser interpretado con una sola llave, a menos que esa llave sea el Evangelio".


ralaniz@litoral.com.ar 

PARA SABER QUIÉNES SOMOS.

PARA SABER QUIÉNES SOMOS.

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.

¡Qué olla la Argentina! Toda clase de ingredientes bullen adentro: indios y españoles, italianos y judíos, criollos afincados y hornadas de inmigrantes... ¡Qué olla! Sarmiento se asombraba en sus últimos años ante ese enigma: "¿Argentinos? ¿Desde cuando y hasta donde? Bueno es que vayámoslo sabiendo”. 

Pero la pregunta que se formulaba en conflictos y armonías de las razas todavía no tiene respuesta. ¿Desde cuándo argentinos? ¿Hasta dónde argentinos?

De todos modos, la pregunta es una buena incitación a emprender la búsqueda de algunos de los elementos que componen este pueblo. Pueblo complejo y difícil, casi siempre lúcido en las cosas fundamentales, pero descontentadizo y rezongón, avaro de su confianza en sus dirigentes; este pueblo que el 11 de marzo (*) definirá su futuro por varios años. ¿De dónde viene este protagonista anónimo que ese día habrá de decidir su rumbo político?

NOTAS: (*) El Artículo fue publicado en la revista Gente el 15/02/1973, así que se está refiriendo a las elecciones que consagrarían como presidente a Héctor J. Cámpora, quien asumió el 25 de mayo de 1973
Las vertientes indias.

¡Viene de tantas vertientes! Por orden de aparición, primero es el indio. Pero acá hay que hacer varias salvedades. Porque en nuestro país el indio ha dejado huellas en los ojos y en la piel de los habitantes de algunas comarcas, pero no ha dejado marcas culturales profundas, como ocurre en Bolivia, Perú o México.

 En general, nuestros indios eran míseros, primitivos: apenas unas tribus nómadas en la pampa o islotes humanos más o menos sedentarios en el Norte y el Noroeste; y en el Litoral, clanes vinculados al orbe guaraní.

Es que el Incario extendió teóricamente su poder a la que hoy es el Norte argentino, pero no tuvo tiempo -o interés- en estructurar política y económicamente las poblaciones aborígenes de esa región, demasiado alejada del centro imperial. En La Rioja Y Catamarca quedan huellas del "Camino del Inca", en Tucumán y Jujuy restos de arcaicos "pucarás": pero el formidable experimento humano de los incas no tuvo vigencia aquí. De ellos, el aporte más importante es el idioma quechua (que no trajeron los indios sino los españoles) todavía usado en Santiago del Estero, que ha dejado en el habla de la región ese suave susurro silbado que seduce a los forasteros.

Otra aclaración indispensable: uno dice "los indios" como si se tratara de una misma raza. Naturalmente no era así. Entre los comechingones de Córdoba y los abipones del Chaco o los onas de Tierra del Fuego había tantas diferencias como puede haberlas hoy entre suecos y sicilianos, entre romanos y escoceses. Lo que ocurre es que resulta difícil imaginar semejantes variantes étnicas en pueblos cuya estereotipo ha quedado único para nosotros, sus remotos descendientes. Pero basta recitar algunos toponímicos para advertir que las diferencias partían desde el lenguaje. Dígase "Humahuaca", "Purmamarca", "Cochangasta", "Andalgalá" y después dígase "Caá-Guazú", "Yapeyú", "Curuzú-Cuatiá" o "Mandisoví". No hace falta más para advertir el mosaico lingüístico y étnico que formaron los primitivos pueblos indígenas en el actual territorio argentino.

Lo cierto es que los indios recibieron el impacto español y se adaptaron como pudieron a esa nueva realidad. En algunos casos pelearon brava y desesperadamente: los quilmes de Tucumán y Catamarca son un ejemplo de valor frente a los conquistadores. En otros casos, como el de las guaraníes, se sometieron y colaboraron de buen grado con sus conquistadores, al punto de prestarse a crear una curiosa organización social en las misiones establecidas por los jesuitas.

Otras veces los aborígenes se adaptaron gradualmente a formas de vida marginales, fronterizas, como las que se dieron al sur de Buenos Aires; los pampas adquirieran todos los vicios de los españoles y criollos, y con el correr del tiempo hasta sus enfermedades Y el gusto por el alcohol, el juego y la rapiña. En el Noroeste, los indios, más mansos y laboriosos, consiguieran sobrevivir en enclaves propios -los laguneros sanjuaninos y los pobladores de los valles riojanos y catamsrqueños- con su propia organización ancestral: en La Rioja todavía se recuerda el casa de aquel Salvador Aballay, mandón de los vichigastas, que se fue a pie a reclamar justicia a la Audiencia de Charcas porque su encomendero, don Febpe de Luna y Cárdenas, quería transferir su encomienda a un hijo natural. Cuando el indio le ganó el pleito, mi antepasado -dicen- murió de rabia... Los pobladores de esos enclaves serían, andando los siglos, los proveedores de material humano a las caudillos de las montoneras.

Me fascina pensar cómo seria la relación entre indios y españoles. ¿Cómo se sentirían los aborígenes, desplazados por esos seres incomprensibles y poderosos que eran sus conquistadores? En una de sus Crónicas Marcianas, relata Ray Bradbury la historia de unos chicos terráqueos instalados con sus padres en Marte, que querían ver marcianos. No los ven nunca porque los marcianas han muerto hace mucho tiempo; pero un día que los chicos se bañan en un río de Marte y sus rostros se reflejan en el agua, el padre les dice: "¿Ven? Aquí tienen a los marcianos..." Me pregunto en que momento las españoles se habrán dado cuenta que para ellos eran los indios, los habitantes auténticos de las Indias. 0 en qué momento las indios habrían advertido que habían dejado de ser los señores de la tierra para ser, apenas, servidores de sus invasores.

Pero hay que reconocer la siguiente: a fines del sÍglo XVIII, es decir, cuando ya empesaban a percibirse los síntomas del estallido de1810, la población indígena del actual territorio argentino estaba en un Statu Quo relativamente cómodo y pacífico. Descontando, claro, a los que estaban del otro lado de la frontera, con los que se mantenía un estado de desconfianza recíproca: las Pampas, los del Chaco, por ejemplo. El resto se babia integrado de manera bastante rasonable o subsistía en sus enclai:es, con sus propios mandones y sus propias tradiciones, sociales ylas religiosas, drásticamente sustituidas par el cristianismo.

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.

LOS CONQUISTADORES

Ese peón de campo, Juan Ramírez, achinado y charcón, desciende de Juan Ramírez de Velasco, fundador de La Rioja; ese bolichero que se llama Pedro Cabrera tiene en su sangre la sangre ilustre de Jerónimo Luis de Cabrera, de la casa de los marqueses de Cabra ; ese Toledo, changador de ferrocarril, tiene como antepasado a don Fernando de Toledo y Pimentel, primo en cuarto grado de Carlos V; aquel Bazán, camionero, podría jactarse de ser séptimo nieto de Juan Gregorio de Bazán, conquistador del Tucumán y fundador de Talavera de Esteca.

Esas son las cepas de los conquistadores. Apellidos sonoros y redondos que han quedado asociados a empresas hazañosas; sangres blasonadas con heráldicas luces de gules y azur, de sinople y oro. Hoy son el proletariado del interior del país y ni siquiera saben del lustre de sus linajes.

Los conquistadores eran los segundones de aquellas casas españolas: los hermanos segundos, que nada heredaban. Entre meterse a curas a venirse a América, optaron por lo segunda. Igual harían, a fines del siglo pasado, centenares de miles de españoles. Pero los de ahora eran gallegos, mientras que las delsiglo XVI y XVII eran extremeños, vascos y catalanes. Los dos golpes de inmigración española dejaron reputado el perfil de esta raza nuestra, tan mezclada, tan heterogénea, pero cuya esencia sigue siendo profundamente hispánica.

Aquellos españoles, los que vinieron a conquistar reinos y sólo encontraron desolaciones, tenían el genio vivo y áspero, defendían sus privilegios y sus localismos. Se hacían lenguas de sus hazañas, aunque éstas no lo fueran tanto. Un conquistador, Mateo Rozas de Oquendo, tuvo cierta vez un arranque de sinceridad -y a la vez de humorismo, virtud muy rara en esa época tan llena de formalidades- y contó lo que había sido, en realidad, la empresa de la fundación de La Rioja: "Una vez fui a Tcucumán / doblo del estandarte / y caminamos tres dias / fundamos una ciudad /si es ciudad cuatro casas / y mando al Gobernador / tuvo nombrados alcaldes / Juntámonos en cabildo /todos los capitulares y escribimos al virrey/ un pliego de disparates / Para pueblos y heredades /fuimos con mucho trabajo/ Para romper adelante / Que peleamos tres días / con veinte mil capayanes / salimos muhos heridos / ... en pago de este servicio / reclamábamos ezenciones / franquicias y libertades". Y después de semejantes exageraciones, viene la humorística confesión de Rozas de Oquendo: "Mas pues viene la cuaresma /Y tengo que confesarme / Yo restituyo la honra / a los pobres naturales/ Que ni ellos se defendieron/ ni dieron señales/ ...con muy buena voluntad/ partieron con nosotros/ de sus haciendas y lugares/ y no me dé Dios salud si se sacó onza de sangre."
Pera aunque en esas conquistas no se hubiera derramado una "onza de sangre" (lo cual no fue siempre así) la empresa no resultó fácil. Era tan diferente la realidad con que se topaban los conquistadores, que sólo el trabajo de entenderla y asumirla debió ser ciclópeo. Piénsese, por ejemplo, el valor que tendría para aquellos hombres una resma, una simple resma de papel; si se acababa el papel se terminaba la memoria de la comunidad, los libros donde se asentaban las reuniones del Cabildo, los registros de casamientos, nacimientos y muertes, las suplicantes cartas al rey: esas cartas llenas de súplicas y pedimentos -tal como recordaba Rozas de Oquendo- que llegarian a Madrid un año después de escritas y no serían contestadas jamás..., pero que contenían el testimonio de que en un lugar remoto de las Indias, un grupo de españoles y sus hijos continúan sintiéndose parte de ese enorme imperio donde nunca se ponía el sol. Imagínese el trabajo que babrá dado ponerie nombre a las cosas; a todas las cosas nuevas que iban apareciendo en estos paisajes ignotos, insólitas. Ponerle nombre a plantas y animales, a montañas y ríos, a ciudades y gobernaciones; Pues poner nombre a algo, bautizar, significa poseer, mandar, dirigir. Y estos conquistadores de sonoros apellidos, pobres como las ratas y codiciosos de poder y riqueza, tenían como primera misión ésta de cartografiar la tierra inédita que pisaban. Supongo que allí, en esa tarea, empezó a suavizarse el áspero idioma español, la suma de dialectos que camponian la lengua de las huestes. Allí empezaron a chocar el arrastrado tono extremeño y el broncíneo dejo castellano con las palabras indias; y en una misteriosa conjugación empezó a surgir la tonada cordobesa, el esdrújulo riojano, la síncopa correntina... Que es como decir: allí empezó a individualizarse el país argentino.

Pero esto de valerse a si mismo, en la enormidad de distancias que era por entonces la Argentina, trajo otra consecuencia muy concreta: el sentido federal de la futura estructuración nacional.

.Cuando se fundaba una ciudad, la primero que hacia el fundador era designar un Cabildo. Media docena o más de vecinos lo componían, distribuyéndose funciones perfectamente reglamentadas por las Leyes de Indias. De allí en adelante, todos los días1? de enero, indefectiblemente, los cabildantes salientes elegían a sus sucesores, quienes a su vez durarían un año. Y ese Cabildo era la autoridad suprema de la ciudad y su jurisdición. El Cabildo podía hacerlo todo: desde escribir al rey pasando por sobre sus "mandos naturales" -e1 gobernador, el virrey, la audiencia- hasta negarse a cumplir una orden superior, viniere de donde viniere. El Cabildo tenía a su cargo algo muy importante: el bien común. Y este término, que resucitó con aire beato y corporativo hace algunos años, tenía en la época de la Conquista un significado preclaro: el bien común era todo aquello que hacia a la tranquilidad, a la libertad, a la dignidad de la comunidad, una comunidad que no abarcaba solamente a los españoles y sus descendientes sino también a los indios, a los criollos pobres y a los negros. Y en nombre del bien común podía desacatarse una orden equivocada, podía dejarse de pagar un tributo o podía negarse ayuda militar a otra ciudad.

Esta potestad, enorme y fundamental, no fue usada con frecuencia, es cierto. Pero existía potenciaImente y afirmaba la conciencia local de las ciudades. Les demostraba que no eran un simple afincamiento entre los miles que contendría el imperío español sino una comunidad con aIma, que merecia pleno respeto. Y Que -a cambio de esto- tenía que arreglárselas como pudiera cuando las cosas apretaban. Por eiemplo cuando se venia un ataque de indios, una epidemia, una sequía.

Entonces los cabildos sacaban fuerzas de flaquezas Y adoptaban sns propios arbitrios. Aquí, en esa potestad y en esta omnipotencia local, radica el germen del federalismo argentino. Todas las comunidades con clara conciencia de pertenecer a una totalidad; pero todas, también, sintiéndose en pleno señorío de su jurisdicción.

Otra linea de consecuencias importantes deriva de la existencia de los cabildos creados por los conquistadores: el self govemment, ejercido de hecho por los criollos durante dos siglos, antes de ocurrir el movimiento de1810. Pues los cabildos estaban integrados, en su mayaría, por criollos descendientes de conquistadores. Pero criollos. Gente distinta de sus antepasados españoles: con otro porte, otro lenguaje, otros hábitos y otras ambiciones. Y allí, en las sedes capitulares, fueron librándose las batallas silenciosas, anónimas, que habrían de preceder a la gran batalla por la emancipación. Hay montones de documentos que acreditan esto. Está, par ejemplo, el caso de ese santiagueño, don José de Bravo de Rueda, que allá por marzo de 1789 salió de la reunión del Cabildo gritando -anota puntualmente el acta- que "se hacían muchas iniquidades y que sólo los hijos de España gobernaban estos parajes sin atender que las criollos y patricios eran más beneméritos y debían ser mucho más atendidos, pues tenían más reatad y amor a sus tierras por ser naturales de ellas". Y cuando "lo llamó el señor Alcalde con la mayor prudencia" -sigue anotando el acta- nuestro bravo le contestó redondamente "no quiero, vaya Vuestra Merced a la mierda".
Palabras -o palabrotas- más a menos, en este tenor se libraban las rencillas entre criollos y españoles que finalmente harian eclosión en 1810. Los españoles de la conquista habían cumplido ya su ciclo histórico. Habian hecho la prospección del territorio, localizaron sus más feraces comarcas, trazaran las grandes rutas troncales -que hoy todavía seguimos- y redondearon con la integración del Río de la Plata y el Alto Perú un continuo geopolítico, un espacio político completo en si mismo. Y además pusieron nombre a las casas, adaptaran su viejo estilo de vida al tipo de vida que el nuevo paisaje les exigía, mezclaron el puchero con el locro y acortaron sus espadas para convertirlas en facones. Cuando el sueño de la conquista se desvaneció Y apareció la ilusión emancipadora en el horizonte de estas vastas tierras, otros tipos humanos habían aparecido y tendían a desplazarlos.

Y los criollos se dispusieron a tomar el poder.

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.


Por qué no existe Dios?

Por qué no existe Dios?

Científicamente: por qué no existe Dios? Jamás se ha demostrado, ni se ha observado, ni se ha contrastado, ni se ha reducido a las matemáticas la existencia de Dios. El método científico, el más válido para nuestro conocimiento, se basa en el razonamiento para sacar hipótesis, y en la observación y la medición para comprobarlas. Un experimento científico debe poderse repetir en cualquier lugar y con cualquier persona.

En primer lugar, jamás se ha observado a Dios. No se puede hacer ciencia de algo que jamás se ha observado, es totalmente absurdo. Como el primer paso del método científico es la observación, y éste falla, no podemos seguir ni con mediciones ( es absurdo intentar medir a Dios si ni siquiera le hemos observado ni sabemos qué es realmente), ni con hipótesis, ni con comprobaciones o reducción a leyes matemáticas.

Algo que no se ha observado jamás, por principio no existe. Si, pongamos un ejemplo, estoy solo en una habitación vacía y me dicen que hay otra persona junto a mí, por principio esa persona no existe hasta que no demuestre lo contrario. Es igual que en un estado Democrático: alguien es inocente hasta que no se demuestre lo contrario. Es más, ni siquiera la Ciencia nos aporta una mínima pista que nos permita sospechar que Dios sí existe. ¿De qué está hecho Dios? ¿Dónde se encuentra? Las respuestas religiosas comunes a estas preguntas son totalmente absurdas desde un punto de vista puramente científico. ¿Qué es eso de "espíritu"? El Universo sólo está hecho de materia y energía. Si Dios no es materia ni energía, ¿qué coño es? "Dios se encuentra en todas partes" científicamente es absurdo, ya que sabemos que la materia es espacio casi totalmente vacío.

Varios han sido los intentos de encontrar científicamente a Dios o a algo relacionado con él, y todos han fracasado. Una vez se pesó un cuerpo recién muerto, y otro vivo, para determinar la masa del espíritu o alma. Las diferencias no fueron apreciables. Las preguntas que antes se contestaban religiosamente (quién ha creado el Mundo, por qué vivimos, qué son los astros, etc.) ahora tienen respuesta puramente científica que por supuesto ha anulado a la mística (o supersticiosa, o religiosa... como la queramos llamar). Sabemos incluso el origen del Universo y su fin (la teoría del Big-Bang, demostrada ya recientemente). Las únicas gran incógnitas en las cuales la religión aún se refugia son: Qué había antes del Big-Bang y qué lo provocó. Qué hay fuera de nuestro universo. En ambos casos, la respuesta religiosa es, obviamente, Dios.

Pero nos damos cuenta, únicamente con conocer un poco de Física, que ambas preguntas (y por lo tanto sus respuestas) no son válidas ni caben hacérselas bajo ningún concepto. La primera implica un concepto temporal (qué había antes del origen), y la segunda uno espacial (qué hay fuera del Universo). Nuestro universo tiene tres dimensiones espaciales y al menos una temporal, por ello los conceptos relacionados con el espacio y con el tiempo sólo tienen cabida en nuestro propio Universo. Si existen otros, sus dimensiones son totalmente inimaginables. Así pues, el tiempo y el espacio nacieron junto con el Universo, por eso no cabe preguntarse que había antes del origen (porque el tiempo no existía) o qué hay fuera del Universo (porque el espacio sólo existe aquí dentro). Así pues, vemos que efectivamente la Ciencia por fin, después de tantos milenios de existencia humana, ha anulado completamente a la Religión. Las personas que creen aún en Dios son aquellas que necesitan la seguridad moral que un ser superior proporciona, o aquellas que no poseen los suficientes conocimientos científicos (que no por ello dejan de ser básicos y al alcance de todos).

Además, la ciencia no nos deja ni siquiera un ápice de incertidumbre en el que refugiarnos. Todo se puede reducir a leyes matemáticas, todo se puede controlar. No hay nada extraño. Incluso detrás de fenómenos aparentemente caóticos se esconde siempre el orden. Sabemos que el Universo es finito en espacio y en tiempo. Conocemos todos los misterios de la vida, y no encontramos nada "raro" en nuestro interior... todo es química: el amor, los sentimientos, la razón, el movimiento, los pensamientos... todo se puede reducir a combinaciones y reacciones entre átomos. ¿Dónde está lo extraño? Sabemos de dónde venimos, y a dónde vamos. Conocemos la historia natural de nuestro planeta, y de sus especies (incluida la nuestra). Cada vez nos adentramos más en la física de lo muy pequeño (física cuántica) y seguimos sin encontrar nada que la ciencia no pueda analizar. ¿Dónde se encuentra, pues, nuestro Dios? Ha muerto bajo el puñal de la Ciencia.

jueves, 17 de julio de 2014

Mortal y pecadora

Mortal y pecadora 

 


Acércate despacio, como un suspiro,
que no te advierta el aire, se precavido,
acaricia mi sexo y hazme flora
de tu jardín prohibido.

Demora tu regreso,
con vientos que hacen nidos.
Serán mis pechos tersos, dispuestos a tus ganas,
cubiertos por tu alivio.

Y no despilfarres ni una gota de ti
por las afueras,
que ha de ser tu caudal,
mi compensada espera.

Deshazte en mi jugo de traidora sirena,
que reclama sus piernas,
para tenerlas abiertas
 a tu persona.

Y sálvame de la divina diosa
a la que tanto adoras,
sembrándome en tu piel
mortal y pecadora.

A.M.G

miércoles, 16 de julio de 2014

domingo, 6 de julio de 2014

Yo, Rodolfo





Por Rodolfo Walsh

Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados (1), y eso me gustó.

Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo". Me ha sido reprochado por varias mujeres.

Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba.

Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1947, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba "Mar Negro", y marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para ese campo. Pero esta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires.

Tengo una hermana monja y dos hijas laicas.

Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo es no haber terminado mi profesorado en letras.

Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos.

La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años. Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura, aunque sí en la diversión y el dinero. Me callé durante cuatro años más, porque no me consideraba a la altura de nadie.

Operación masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces. En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.

(1) Unidad métrica compuesta por una sílaba breve (sin acento) y una larga (acentuada).
Así, habría que leer Rodólf Fowólsh.

HUNDIMIENTO DEL CRUCERO COSTA CONCORDIA

HUNDIMIENTO DEL CRUCERO
COSTA CONCORDIA



Todo era una fiesta. La cena misma del primer día de viaje. El jolgorio de la parte del pasaje que aún no cenaba, saludaba en cubierta a los lugareños de la pequeña isla italiana de Giglio, mientras sonaba la profunda sirena del barco engalanado. Todo cerca, muy cerca de la costa; demasiado peligrosa por sus rocas amenazantes y semi escondidas…. 
De pronto la nave choca con el fondo del casco, y abre una vía que hiere gravemente al navío.

Desconcierto, confusión, caos… Miles pugnan por salvarse, primero sin tomar casi conciencia, algunos bajan con sus bolsos, luego con desesperación cuando el barco se ladea y vuelca sobre sí, y hay quienes se caen, otros se tiran, otros quedan atrapados en una trampa inclinada;  unos nadan a la orilla cercana, otro se ahogan o desaparecen….

El capitán también…, o se cae cuando el barco se vuelca. Abandona el barco…

Hay quienes dicen que estaba “enfiestado”, descuidándolo.
Tenemos un culpable. Todo está bien.
Un error humano.

              Si es así la cosa, es bastante precaria. Siempre va a haber capitanes que se toman un tiempo para cenar, a veces la misma etiqueta les exige que sociabilice con el pasaje. Incluso habrá momentos que el capitán tendrá que dormir, y un día quizás un capitán se emborrache; y siempre puede haber una roca escondida que ni siquiera está en las cartas. Suele ser así.

Pero los barcos no deberían hundirse.
Al menos no tan fácil.
Del “Titánic” aprendimos que el casco se rompió contra el témpano, porque el acero de aquel tiempo era demasiado rígido, que más bien no era acero sino casi hierro fundido y se quebraba como un vidrio. Hoy los aceros de los cascos de los barcos son cien veces más resistentes.

También aprendimos que no tenía “Compartimentos estancos”, lo que evitaría que una vía inunde toda la sentina, hundiendo la nave. Desde aquella vez la ingeniería naval en grandes naves usa ese diseño a fin de evitar que el agua inunde la nave, sólo el compartimento dañado; haciendo que el resto no dañado la mantenga a flote, por más grave que sea la avería. En último caso dará el tiempo suficiente para que se haga el salvamento del pasaje sin pérdidas humanas.

Aquí vimos que el Barco toma agua por babor y luego se recuesta a estribor, lo que muestra que el agua se movió sin contención alguna de un lado para el otro, y eso tumbó la nave. Por lo que se ve no tenía compartimentos estancos de ninguna naturaleza.

Estas naves han ido creciendo en altura, como altos hoteles, manteniendo su manga, o sea su anchura, por lo que su base pasa a ser menor en relación; y podríamos concluir criteriosamente que, en consecuencia, ponen en riesgo su estabilidad. Eso lo enseñó la trágica crónica de tantos ferris del Mar del Norte, que en tiempos bastante recientes dieron vueltas de campana y se hundieron por el peso de su superestructura sumada al común sobrecarga de pasaje y automóviles. Hubo muchísimos de casos. Todos tenían en común, la relación crítica de la nave con su propia base.

El error humano es circunstancial.
Las naves deberían ser más seguras, existe la tecnología.
Y el mar es implacable.

El derrumbe del Las Torres Gemelas, demuestra que la ingeniería puede cometer excesos al avanzar a costa de mermar sus márgenes de seguridad, confiando en la alta tecnología utilizada. Se explicó que el fuego “fue demasiado”, había fundido el núcleo que sostenía cada edificio. Miles de litros de combustibles de los aviones incendiados fundieron los metales de su construcción. Cuando se construyó eran una de las maravillas del mundo. Ni el choque de cien aviones podría afectarlas. Era ineludible remarcar esto en aquel momento, ya que no muchos años antes, en el año cuarenta y cinco, un avión bimotor de bombardeo se estrelló en un piso setenta del edificio más alto de New York y provocó un incendio que provocó algunos daños en un par de pisos.

              Claro que eran del viejo cemento con acero, aún no se disponía de los avances tecnológicos, de materiales y sistemas de alta tecnología; ni la morfología, ni las estructuras de avanzada, que permiten las más audaces creaciones de hoy en día.

Barcos como gigantescos y confortables hoteles de lujo.
Edificios que llegan casi a mil metros de altura. Ligeras y audaces formas y estructuras de metales livianos, fibras, vidrios; con jardines y piscinas en el cielo, girando sobre si mismos, inclinados, desafiantes.

Pero aún grandes naves se hunden al tropezar con una roca, o modernísimos aeropuertos estallan bajo una tormenta, y torres caen como castillos de naipes por el choque de un avión; todo nos deja pasmados, como que son cosas que no deberían estar pasando…
O al menos no de este modo.

        
    
*De Celso H Agretti. celsoagr@trcnet.com.ar
18/01/2012
Avellaneda, Santa Fe; Argentina.

miércoles, 2 de julio de 2014

LA INTELIGENCIA SEXUAL

LA INTELIGENCIA SEXUAL





Alude a los componentes humanos que permiten disfrutar, 
compartir, enseñar y crecer en los factores implicados 
en la sexualidad; es la capacidad y potencial sexual 
disponiendo de actitudes en ese campo. En conjunto facilita 
a la persona que la posee una fructífera vida de relaciones 
en todos los aspectos personales, de pareja y sociales.  
Goleman escribió hace años sobre la inteligencia 
emocional y la sexual. Recientemente otros psicólogos, 
Shere Conrad y Michael Milburn, ampliaron y desarrollaron 
esos aspectos de las personas. La sexual abarca los 
diferentes tipos de inteligencias, como la espiritual, 
la intrapersonal, la interpersonal o relacional, la emocional, 
la psicomotriz, la sensorial, la espacial, la verbal, la creativa. 
Y precisamente todo esto se puede aprender y cuando uno 
pone intención con esfuerzo y dedicación, a la larga mejora 
a todos los niveles. 


Según investigadores del Instituto Mexicano de Sexología (IMESEX), 
afirman que  “si tienes una inteligencia sexual alta existen 
mayores posibilidades de evitar enfermedades de transmisión 
sexual o el mismo cáncer; ser sometido a actividades que 
te violenten y tener embarazos no planeados”, explica 
Paulina Millán, especialista del Imesex. Así mismo  los 
investigadores definieron a la inteligencia sexual como la 
capacidad que posee o desarrolla una persona de ejercer su vida 
sexual en función de su nivel de conocimientos sobre el tema; 
del reconocimiento y expresión de sus propios límites, deseos, 
sentimientos y necesidades; y de los demás. 

Desde el punto de vista espiritual la sexualidad contempla 
la unión de dos personas en cuerpo y alma que les une en 
una intimidad donde interactúan dos historias con sus 
diferentes experiencias vividas, sus personalidades, 
sus aprendizajes, expectativas, su presente, sus horizontes, 
y todo ello combinado no solo para el placer de conseguir 
el orgasmo sino para sentirse a la vez uno solo y en 
compañía, a la vez compartiendo y sintiéndose entendido y 
querido por el otro ser. Desde una perspectiva global, 
las personas con mayor potencial sexual, tendrán más facilidades 
para conseguir una sexualidad plena y hacer disfrutar a la 
pareja en unas experiencias altamente integradoras y satisfactorias. 
En cambio personas limitadas en este aspecto solo pueden contribuir 
a su vida y a la de la pareja con unas relaciones tristes y 
pobres en toda la multiplicidad de aspectos mencionados 
anteriormente y que la sexualidad conlleva. 


Cuando las personas no le dan el sufieciente valor y no están 
dispuestas a aprender, perjudican considerablemente a la pareja 
y la imponen y condenan a unas carencias que en realidad se 
pueden mejorar y multiplicar. De ahí que cuando existen 
separaciones y parejas llegan al fracaso, existen múltiples 
probabilidades que ello se deba a una historia, en función 
de cada caso, de no saber y no querer aprender, y en su deseo 
de “no evolución”, el otro miembro de la pareja ha decidido 
no compartirlo y de ahí que tantas veces la separación es 
la solución en parejas donde “uno no quiere decir sí a la vida 
y el otro no desea abrazar la muerte”. 

Cuando hay amor existen deseos de compartir y desarrollar esta 
dimensión, como se observa en parejas que han decidido a 
asistir a terapia psicológica para evolucionar. Observan y 
aprenden viendo otras parejas, experimentan nuevas 
maneras, amplían imaginativamente otros sentidos, exploran 
nuevos territorios, emociones y sensaciones, aprenden técnicas 
y tienen el interés y la fuerza del amor transformador. Y no 
precisamente para compartir un orgasmo solamente, sino para 
llegar ambos a un paraíso común que habita en sus sueños, 
transportando al otro a las satisfacciones del alma donde 
los sentidos del espíritu se satisfacen por la armonía, 
convergencia, complementariedad y sintonía de dos seres que se aman. 

ADICCIÓN Y RECUPERACIÓN

ADICCIÓN Y RECUPERACIÓN

por Laura Lyles de Reagan

En cualquier sociedad entre el 10% y el 15% de la población son alcohólicos o adictos. En las Américas el problema existe en proporción epidémica. Estos enfermos tienen familiares. Entonces más de la mitad de la sociedad vive con el problema. Hoy en día está reconocida la adicción como una enfermedad. Obviamente el alcoholismo es una adicción al alcohol. En VENCEDORES, utilizamos una definición general de adicción porque no importa cuál sea la substancia o conducta en que se abusa; el proceso de adicción es el mismo en cada ser humano.

La Organización Mundial de la Salud dice "cuando el uso de una substancia causa daño en una área importante de la vida del individuo, este individuo es un dependiente químico." ("Dependiente químico" es otro nombre para un adicto o alcohólico.) Los familiares también sufren de una enfermedad que se llama codependencia. Una experta en el campo, Sharon Wegscheider-Cruce dice, "La codependencia es una adicción a una persona y sus problemas." 
[Taller sobre Hijos Adultos de Alcohólicos con Sharon Wegscheider-Cruce and Rokelle Lerner, Rocky Mountain Council on Alcoholism, Denver, Colo., Enero de 1984.] La codependencia es un complejo de conductas y actitudes problemáticas que una persona desarrolla para sobrevivir en una situación familiar de caos, como el alcoholismo. Cada alcohólico tiene por lo menos un codependiente en su vida. Ambas dependencias, la dependencia química propiamente y la codependencia, tienen las mismas características en común porque ambas son adicciones. 

Las dos características primordiales son obsesión y compulsión. Obsesión es la preocupación mental centrada en la substancia, relación, conducta o evento que es el enfoque de la adicción en particular. Por ejemplo, el adicto al trabajo piensa obsesivamente sobre las cosas que él necesita cumplir, y sus sentimientos de culpa lo empujan a tratar de lograr más. La compulsión es la conducta o el comportamiento que actúa en base de la obsesión mental. Las doce horas en la oficina del adicto al trabajo son la magnitud de la compulsión de su adicción.

La obsesión y la compulsión vienen de una hambre viciosa que se convierte en una pérdida de control en todas las áreas de la vida del alcohólico o adicto. Clásicamente el codependiente pierde el control de su propia vida por la preocupación obsesiva sobre la vida del alcohólico o adicto. Pero el síntoma más evidente y más peligroso de la adicción y la codependencia es la negación. La adicción es la única enfermedad que dice al enfermo que "no existe un problema." El alcohólico frecuentemente dice, "yo puedo dejar de beber cuando quiero." Y muchos alcohólicos han tenido muchos intentos sinceros de dejar de beber. El problema es que están viviendo en negación de la obsesión y compulsión de su enfermedad y que no saben cómo vivir sobrios.
Muchos cristianos también viven la trampa de la negación, pensando que el proceso de adicción no les toca. La enfermedad de adicción afecta toda la persona: física, mental, emocional y espiritualmente. Esta enfermedad espiritual está basada en la naturaleza del pecado que cada ser humano comparte. El proceso de adicción ocurre cuando nosotros tratamos de sustituir algo por nuestra necesidad de Dios. Podemos utilizar una relación, una substancia, aún un sistema, como la religión, como sustituto de nuestra necesidad espiritual. Por ejemplo, nosotros podemos practicar una religión compulsivamente, descuidando áreas importantes de nuestras vidas, como la familia, en lugar de tener una relación personal y viva con Jesucristo. Muchos cristianos no viven una vida de victoria como vencedores porque se sienten esclavos de sus adicciones y compulsiones. Ellos se preguntan en privado "¿Dónde está la vida abundante que la Biblia promete?" Nosotros vivimos en vergüenza y culpa y no compartimos estos sentimientos con los hermanos porque la iglesia está reforzando nuestra negación. La honestidad acerca de nuestras vidas ingobernables no concuerda muy bien con nuestra máscara cristiana. Hemos tratado de vivir la vida cristiana con nuestras propias fuerzas y recursos. Por eso, nos sentimos derrotados. Los Doce Pasos pueden proveer una salida. 

Cuando examinamos los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos y Al-Anon podemos ver claramente que ellos tienen su base bíblica. Bill Wilson, el fundador de Alcohólicos Anónimos, describió su conversión y camino a la sobriedad así: "Encontré al Dios de los predicadores." Él fue influido grandemente por el Grupo Oxford, que era un movimiento evangélico dedicado a recobrar el "cristianismo primitivo," y el Reverendo Sam Shoemaker, que era pastor episcopal y el líder de este grupo. Muchas de las ideas de los Doce Pasos salieron del curso de discipulado del Grupo Oxford. El doctor Bob, cofundador de Alcohólicos Anónimos, estuvo convencido sobre el énfasis cristiano de los Doce Pasos. Él tenía una lista de lecturas recomendadas para todos con quienes él trabajó en Alcohólicos Anónimos. En esta lista se encontraba la Biblia en general, especialmente el Sermón del Monte, el Padre Nuestro, el libro de Santiago y el capítulo trece de Primera a Corintios.[Dr. Robert Hemfelt, Dr. Richard Fowler, Dr. Frank Minirth, Dr. Paul Meier, The Path to Serenity (El Camino de la Serenidad)].

Los Doce Pasos son el tratamiento más exitoso en el mundo para la recuperación de las adicciones. Para familias alcohólicas y/o disfuncionales, los Doce Pasos pueden ser el curso de discipulado perfecto y específico para sus necesidades. Hemos visto que muchos de nosotros como cristianos compartimos el proceso de adicción en nuestras vidas. Los Doce Pasos pueden servirnos como un modelo de crecimiento en general, y un camino a la serenidad. Este movimiento está creciendo dinámicamente en las Américas, en parte porque todos pueden compartir de sus vidas en un ambiente de aceptación, comprensión y amor, sin el miedo de ser juzgados. ¿Por qué no recobramos estas cualidades del cuerpo de Cristo como iglesia suya?

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