miércoles, 8 de enero de 2014

Boludo, pelotudo, necio y cínico

lunes, 3 de noviembre de 2008


EN MI VIEJO BLOG

SÓLO POR HOY


Boludo, pelotudo, necio y cínico



Por Carlos D. Pérez *

Me he permitido distinguir una secuencia tipológica de categorías que solemos mezclar sin rigor. Cuatro palabras, cuatro perfiles, cuatro riesgos, cuatro desafíos.

Boludo



En un mundo donde, por poner un número, a partir de los tres años de edad no hay inocencia, el boludo es una excepción. Le han crecido, aunque ignora para qué; absorto en su rigurosa idiotez, ve sin mirar las venturas y desventuras que lo circundan.

El apelativo suele emplearse como insulto, pero el boludo nos produce una secreta envidia, porque nos sabemos no inocentes y nos gustaría serlo. Por esta razón a veces le adosamos un especial calificativo, cuando decimos de alguien que es un “boludo alegre”. Y no es cierto, no es alegre, porque en la carrera de los boludos se distrae escarbándose el ombligo y, por boludo, no gana. También hay sabios que lo hacen y abandonan carreras, pero a sabiendas. ¡Freud mío, esto de la boludez, que parecía tan simple, se me está complicando! Lo soluciono de modo lacónico: el boludo no puede ser feliz porque ignora la felicidad; no me pregunten por qué, no podría responder, no trato de hablar de esa esquiva sensación. El goce del idiota me es ajeno como a cualquier no boludo, a menos que... Cuando los boludos tomen la palabra quizá podamos enterarnos de algo más, pero entonces serán tan vulgares como cualquiera de nosotros.

Sucede que asociamos a esa condición la idea de felicidad paradisíaca, formados como estamos por la Biblia, ya que el boludo alegre por antonomasia fue Adán, antes de que Eva apareciera en su horizonte y, con ella, la conciencia dilemática del ser sexuados. Y al perder la inocencia también perdieron el Paraíso. Cuando la vida nos pesa, añoramos esa antelación. Lo supo el político más hábil que tuvo la humanidad: poniendo del revés la secuencia ante la masa de acólitos, colocando el Paraíso como afortunado destino, dicen que dijo en un sermón: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Pelotudo





Reducido a una frase, sería como decirle a alguien: “No te hagas el boludo, ¡pelotudo!”. Roberto Fontanarrosa, en célebre intervención en un Congreso de la Lengua, distinguió en “pelotudo” un énfasis especial; para continuar la línea fontanarroseana, agrego que “boludo” carece de énfasis. El pelotudo no tiene derecho a la ignorancia, estratagema a veces hábil que este personaje esgrime como salvoconducto.

Al decirse aquello de “sólo sé que nada sé y por eso algo sé, que nada sé”, Sócrates instaló el dispositivo de su filosofía, y cuando en un destello de lucidez alguien exclama ¡pero si soy un pelotudo!, instantáneamente se vuelve filósofo, y si no lo hace por sus propios medios debiera agradecer a quien ejerza la mayéutica socrática desenmascarando su pelotudez. Por algo se empieza; aquel griego nos enseñó que es el modo de empezar.

Necio




El necio, en cambio, es un obcecado con su pelotudez. Incapaz de conciencia socrática, convierte la banalidad en creencia y declama pelotudeces como verdades consagradas, a riesgo de cometer estragos. Mientras el pelotudo es inofensivo, el necio ofende, pero si le discutimos corremos el riesgo de colocarnos en posición simétrica, ventilando secretas necedades; en esto encuentro la inteligencia del refrán que contrapone oídos sordos a palabras necias.

Cuando la convicción del necio adquiere mayor relevancia, desemboca en el fanatismo. Fanático es quien, enarbolando como cualidad su propia limitación, apunta a la militancia social. La necedad es personal, el fanatismo ama lo masivo. Hitler, con su creencia fanática en la superioridad de la raza aria, fue un necio que congregó multitudes. Porque el necio libra con unción su guerra individual, pero llegado al fanatismo se embandera con su “causa” e incita con sus argumentos. No sé si el necio, sobre todo el fanático, muere por su bandera, pero es capaz de matar por ella.

Cínico



A diferencia del necio, el cínico es hábil; eso lo convierte en adversario difícil. Sin ignorar las limitaciones de su posición pero diestro en retórica, su meta es convertirnos en necios. Si el necio suele provocar ese efecto de modo involuntario, para el cínico es deliberado; no hay cínico sin un coro de necios, su estrategia los necesita. Muchos de los “comunicadores sociales”, ni qué decir los políticos, son cínicos que cultivan la necedad de sus seguidores. Y cuando los necios creen estar al comando de una creencia, los cínicos celebran.

¿Podríamos aspirar a una sociedad sin este cuarteto tipológico? Sería la sociedad perfecta, pero es impracticable. Somos humanos y por serlo no estamos exentos de lo antedicho, aunque tampoco estamos impedidos de advertir que día a día nos movemos entre una caterva de boludos, pelotudos, necios y cínicos, a menudo como uno más del conjunto; entonces nos despabila un tiempo de despertar y nos preguntamos: “Pero, entonces, ¿qué soy?”. No es poca cosa esa pregunta que los boludos ignoran, los pelotudos resisten, los necios niegan, los cínicos gambetean.

* Psicoanalista. Fragmento de Tiempo de despertar, de próxima aparición (ed. Planeta).

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Colaboración de Susana Ilari 

ACTUALIZACIÓN 

Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe:

boludo, da

  1. adj. y s. amer. vulg. Tonto, necio:
    mirá que sos boludo vos.
boludo en Inglés

English:
arsehole - stupid person - twat - arse - shithead - tosser - buster



BOLUDO EN FRANCÉS

Diccionario Espasa Grand: español-francés français-espagnol © 2000 Espasa-Calpe:

boludo, a

 m, f amer fam con m, conne ƒ



BOLUDO EN PORTUGUÉS

Gran diccionario español-portugués português-espanhol © 2001 Espasa-Calpe:

boludo, a [bo'luðo, aadj & m, ƒ amer vulg (gilipollas) idiota, imbecil






“Boludo” se convirtió en un argentinismo


PUBLICADO EN DIARIO POPULAR

Fue incluido como uno de los términos más autóctonos de la Argentina, para conformar el Atlas Sonoro que se elabora en el marco del VI Congreso Internacional de la Lengua Española

La proposición vino por parte del poeta Juan Gelman, quien definió a esta palabra como "un término muy popular y dueño de una gran ambivalencia" que ha venido perdiendo el sentido insultante "pues referencia a una persona tonta, estúpida o idiota" a la vez que se emplea "entre amigos, casi como un comodín de complicidad", por lo que demuestra las distintas acepciones.

Eligieron “boludo” como la palabra más representativa de Argentina

PUBLICADO POR rosario3.com



el "boludo" es emblema nacional

• La palabra fue elegida por Juan Gelman en el VI Congreso de la Lengua

publicado por ÁMBITO FINANCIERO



Por: Marcelo Zapata


Como el ceibo y el ombú, la Argentina tiene desde ayer otro emblema en el mundo, el "boludo". Debieron pasar muchos años para que la Real Academia le concediera a tal vocablo, y a instancias del ganador del premio Cervantes Juan Gelman, tamaño honor. Ocurrió en Panamá, en el VI Congreso Internacional de la Lengua Española, donde notables personalidades literarias de Hispanoamérica se reunieron para conformar un "Atlas sonoro", homenaje a la diversidad del español, que reuniera las palabras más definitorias, o "identitarias" como se dice ahora, de cada uno de sus países.

Las reacciones, como se observó en las redes sociales, oscilaron entre la indignación y el aplauso. ¿Por qué una única persona, que además hace años no convive con el habla de los argentinos, determina cuál debe ser esa palabra representativa? Otros cuestionaban el carácter urbano y poco federal del "boludo", proponiendo en cambio la más extendida interjección "che", convertida además en todo el mundo en símbolo político.

En todo caso, la mera praxis lingüística puede indicar que, en el doble vocativo "che, boludo", el primero de los términos puede faltar, pero nunca el segundo. También el habla demuestra su valor de cambio, ya que es capaz de reemplazar en la conversación coloquial -sobre todo entre adolescentes y con su forma apocopada "bolú- cualquier nombre de pila. Es la muletilla de bandera.

En el diccionario de la RAE la palabra ya tenía entrada, aunque con su única ocurrencia de adjetivo (es decir, los académicos españoles aceptaban hasta ayer la existencia de un "gilipollas" pero no de un "boludo" sustantivado, ni con sus múltiples subadjetivaciones "a cuadros", "a rayas", etc.). Del mismo modo, la RAE restringía su significado al de "persona que tiene pocas luces o que obra como tal", cuando su asombrosa riqueza semántica es directamente proporcional al empobrecimiento del vocabulario corriente. Como un vampiro del idioma, el "boludo" rioplatense se adueñó de incontables expresiones para definir al tonto, al otario, al pastenaca, al gilún, etc., y, contrario sensu, también aglutinó palabras que indiquen camaradería, amistad, afecto. Y hasta amor: ¿quién no oyó aquello de "Dame un beso, boludo(a)"?

A diferencia de otras expresiones despectivas, sobrevivió incólume a las temperaturas sociales de distintas épocas. Hoy hay vocablos que, por ofensivos, no podrían emplearse más, pero el "boludo" es capaz de atravesar cualquier barrera. Ni a María José Lubertino se le ocurriría proponer su reemplazo, al estilo de la RAE, por "persona de lucidez diferente", o "mentecato originario". Y, pese a su alusión directa a los testículos (vínculo que ni la Academia Porteña del Lunfardo pudo alguna vez fundamentar con seriedad), también excede la diferencia de géneros. Damiro Sáenz ya le había dado tal categoría hermafrodita en su obra "Las boludas", y hoy no es raro ver escrito su plural como "boludxs".

Cosas de la época, el tango nunca se le atrevió, y sólo fue Nacha Guevara, en su canción de los años del Di Tella, quien le otorgó ese primer pasaporte a la inmortalidad rubricado ayer por la Academia: "Yo, que oscilo entre las dos edades/ a todos les canto las verdades/ El tiempo no tiene nada que ver/Cuando se es boludo/ se es boludo".

Otros países eligieron palabras más extendidas. Panamá se quedó con "sinvergüenza", Uruguay con "celeste" (rara y hasta ñoña influencia del fútbol), México con el más regional "pinche", y Chile, que quiso evitar el "huevón", prefirió a instancias de Antonio Skármeta el excéntrico "patiperro". La opción de Honduras, donde también se emplea el voseo, fue por "pija", exactamente en el mismo sentido que tiene en el Río de la Plata, aunque lo sorprendente es que allí también es verbo.




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